Del 22 de febrero al 25 de marzo la Casa Torre de Ariz acoge la exposición "Bizikletak" de Aitor Alonso.
PEDALADAS DEL PASADO (Artículo publicado en "Deia" el lunes 20 de febrero del 2012)
Hace 25 años quedó cautivado por una vieja bicicleta". Así describe Aitor Alonso los inicios de la colección que reunió su tío. Cuanto más antiguas fueran, mejor. Recorrió kilómetros y kilómetros por todo el Estado rescatándolas del olvido o del desguace hasta que su sobrino cogió el relevo en 2010. El miércoles, veinte de ellas saldrán por primera vez de la casa cercana a Medina de Pomar en el que Aitor las repara y restaura para iniciar un tour que tendrá su primera etapa en Basauri, y después pasará por Portugalete y Leioa.
Ni siquiera acertaría a contar cuántas guarda exactamente. "No lo sé, son muchas", confiesa. Unas cuarenta ocupan el ático del inmueble contiguo al campo de golf de Villarías en el que trabaja. Además, cuenta con un local en el que se apilan otras que llegaron en peores condiciones junto con ruedas, manillares o sillines que no ha podido aprovechar de momento. Un auténtico taller vintage.
Aitor -que vive en Balmaseda- y su tío empezaron esta colección a modo de homenaje a las grandes marcas ciclistas vascas, en particular a las que salieron de Eibar. Es su manera de reconocer el espíritu emprendedor del municipio en una época complicada. "Eibar fue muy conocido por las fábricas de armas, pero cuando terminó la Segunda Guerra Mundial supieron reinventarse para mantener su industria sin cerrar los talleres. Encontraron la forma de hacerlo en la producción de bicicletas", explica. De esos convulsos años cuarenta datan las piezas más valiosas que se conservan en este pequeño gran museo.
Aitor pretende conseguir al menos una bicicleta de cada marca vasca. "Tengo varias Orbea, BH, Borty, GAC..." enumera. Es un objetivo difícil. "La documentación de las fábricas sobre aquellos años ha desaparecido o cuesta acceder a la información. Por eso, no sé con certeza cuántos modelos me faltan", admite.
Aun así, no se da por vencido. Al igual que hizo su tío, no duda en coger el coche y peinar todos los pequeños pueblos que sea necesario hasta dar con esa reliquia aparcada en algún garaje a la que sus dueños no hacen caso. "En cierta ocasión fui hasta Huesca solo para recoger dos bicicletas", dice. Otras veces se las acercaban a Villarías cuando su colección fue adquiriendo cierta fama en la zona. Casi siempre se las regalaban. Pero, con la llegada de la crisis, las cosas han cambiado. "Ahora la gente ve que puede hacer negocio con ello y tenemos que andar regateando", asegura. Eso sí, prefiere no hablar de lo que ha llegado a pagar.
Internet se ha convertido también en un gran aliado tanto para encontrar nuevas adquisiciones como para establecer contacto con otras personas que comparten su afición. De hecho, hace dos años fundó la Asociación Nacional de Bicicletas Antiguas y Clásicas junto con dos coleccionistas de Lugo y Zaragoza.
restauración Nada más conseguir una bicicleta nueva la lleva a su taller para someterla a una exhaustiva ITV. "Las desmonto, las limpio y si están en condiciones, las vuelvo a montar. Si no, separo todas las piezas y las almaceno por si más adelante me sirven de recambio para arreglar otras", describe.
Durante más o menos dos semanas, las repara, pero sin que desaparezca el aspecto oxidado que les da el paso del tiempo. Ha escarmentado con lo que le sucedió a la primera bicicleta que cayó en sus manos. "Era de los años cuarenta y la restauré tan a fondo que parecía que la había comprado ese mismo día", recuerda. Finalizado el trabajo, quedan listas para pedalear. "Todas funcionan, y después, basta con revisar las ruedas", asegura.
Su colección no incluye ni bicicletas de ciclismo profesional ni piezas demasiado recientes porque también busca reivindicar el transporte de dos ruedas desde un punto de vista histórico. "Antes las personas se desplazaban en bicicleta en su vida cotidiana. Por ejemplo, tengo una que utilizaba el cartero del pueblo", cuenta. Él mismo intenta hacerlo visible a través de pequeños detalles, como el cesto en el que se guardaban las cartas o el bocadillo de la merienda.
Algunas bicicletas lucen una red de colores que tapa parte de las ruedas. "Eso significa que es de una mujer. La red se colocaba para evitar que a ellas se les enredaran las faldas entre los radios", señala. Hoy es prácticamente imposible encontrarlas. Por eso, Aitor ha ideado su propio recambio: una fina redecilla que cose utilizando los tradicionales cordones de San Blas. Conserva otras joyas a las que le tiene un cariño especial. Se trata de las chapas que identifican a los fabricantes y de recortes de periódicos de época con anuncios publicitarios de las bicicletas.
También se podrán ver en la Torre de Ariz, en Basauri, desde el miércoles y hasta el 25 de marzo, y más adelante en Portugalete y Leioa. En un futuro, a Aitor le gustaría que las bicicletas regresaran a sus orígenes para una exposición en Eibar. Hasta entonces, no dejará una carretera sin rastrear para seguir reconstruyendo pedaladas del pasado.