A partir de mañana, día 22 de agosto y hasta el 25 del mismo mes, en el
Social Antzokia podremos disfrutar de la película
“Escondidos en Brujas”, del director Martin McDonagh. Añadimos una opinión sobre la película:
Los asesinos a sueldo son figuras inevitablemente morbosas y fascinantes para el espectador, envueltas en un halo de misterio, extrañamente cool y glamourosas por su metodismo, su carácter implacable e impoluto y su capacidad para vivir al margen del mundo cotidiano, una existencia enigmática, mecánica y rodeada de secretos. Por supuesto, el cine no es ajeno a esta atracción, y a lo largo de los años ha convertido a estos hombres y mujeres dedicados al oscuro negocio del exterminio selectivo en centro de todo tipo de producciones, ahondando en mayor o menor medida en la tragedia que rodea sus realidades cotidianas.Ray (
Colin Farrell) y Ken (
Brendan Gleeson) se encuentran
“Escondidos en Brujas” por recomendación ─orden, más bien─ de su jefe, el reservado y tenebroso Harry Waters (
Ralph Fiennes). El motivo básico y aparente es que el primero ha cometido un imperdonable error en la ejecución de un trabajo, y la pareja ha de pasar un tiempo en la ciudad belga a la espera de que los ánimos se calmen tras el revuelo causado por su mastodóntico error. El debut tras las cámaras de Martin McDonagh aparece, ya desde un primer instante, como un ejercicio elegante, sobrio, frío y hermosamente descriptivo de dominio del medio cinematográfico, con una presentación tan agradable como comedida, una puesta en escena que ofrece un tono manso, átono por momentos, que anticipa una producción sorpresiva que descoloca al espectador por su peculiar equilibrio visual e interpretativo. Obviamente, tener una pareja central de actores solventes garantiza, cuando menos, el interés del palco, pero afortunadamente estamos ante una cinta que evita los recursos de la tragedia y la comedia como tales, superando incluso ese concepto, ya asentado y aceptado por todos, que aúna ambos géneros como “dramedy” o “dramedia”.El hermoso trazado de una urbe repleta de canales, edificios antiguos y postales embriagadoras que se imprimen en la retina del observador enmarca una historia desoladora plasmada en un sorprendente Farrell y un pausado Gleeson. El joven compone un rol soberbio, dibujando un personaje en ocasiones simpático y jovial, en ocasiones turbado y hermético, siempre con un aire retardado, avocado al sufrimiento físico y espiritual; el maduro, veterano en las lides del homicidio bajo petición, encuentra en la ciudad un reposo para su alma, comportándose como un auténtico turista deseoso de descubrir los secretos y tesoros que ésta puede ofrecerle. McDonagh juega con ellos y con el público bailando nuestras emociones de un lado a otro, en una dimensión arriesgada y en cierto modo amoral, disparando coletazos de humor reflejados en la interacción del tándem protagónico con su entorno y con unos secundarios estupendos, rayanos incluso en lo bizarro ─la fiesta en el hotel de Jimmy (
Jordan Prentice)─ que supeditan su participación en la obra al devenir de unos acontecimientos inevitables y peligrosos, siempre presididos desde la distancia por la voz de un Ralph Fiennes iracundo y voraz, máximo ─único, tal vez─ cliché de un libreto que encuentra en la lentitud un valor añadido por su compleja y virtuosa fluidez narrativa.Así, cuando los acontecimientos explotan ante nosotros no podemos sino sobrecogernos con la brutal violencia, puntual y para nada estridente, que empapa el tramo final del metraje, un aluvión frenético ─en comparación con el alucinógeno recorrido argumental previo al desenlace─ que aparece como un clímax excesivamente prolongado que deriva en una conclusión un tanto insatisfactoria por lo obvio y predecible, una resolución un tanto facilona, incluso, que empaña un tanto la que es sin duda una de las grandes sorpresas de este año, una producción pequeña en sus intenciones y pretensiones pero grande en su apuesta y significado, valiente puesta de largo de un realizador a tener en cuenta de cara al futuro.