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jueves, 15 de enero de 2009

Appaloosa, en el Social Antzokia

Mañana viernes (17:30-19:45-22:00) y el domingo (20:00), el Social Antzokia acoge la proyección de la película "Apaloosa", western dirigido por el actor Ed Harris. Publicamos a continuación una crítica de Santiago Navajas publicada en libertaddigital.com.

"La década de los 60 fue el canto del cisne del western. En la lista de favoritas de IMDB figura en primer lugar El bueno, el feo y el malo, seguida de Hasta que llegó su hora. Un poco más abajo encontramos La muerte tenía un precio y las americanas Dos hombres y un destino, Grupo salvaje y El hombre que mató a Liberty Valance. También podríamos citar Dos cabalgan juntos y El Dorado.
Desde entonces, el género arrastra una mala salud de hierro. De vez en cuando aparecen películas que alimentan la pasión por un cine sin efectos especiales, ligado a los elementos primordiales, la acción que subsume a la reflexión, los dilemas morales planteados sin concesiones y la exposición de la naturaleza humana a flor de piel. Sin perdón fue la más relevante; El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Frost, la penúltima joya. Ahora tenemos la segunda película dirigida, escrita, interpretada y producida por Ed Harris, Appaloosa, como una nueva cima de las películas de vaqueros.

Clásica y modesta en apariencia, Appaloosa es, sin embargo, ambiciosa y original en grado sumo. Un par de pistoleros han decidido ponerse del lado de la ley. Virgil Cole (Harris) es uno de los más duros, implacables y rápidos del Oeste, si no el que más. Everett Hitch (Viggo Mortensen) es su ayudante, un elegante e inteligente ex soldado educado en West Point. Ambos son profesionales y siempre matan dentro de la legalidad. Aunque antes de aceptar el cargo de sheriff se aseguran, por contrato, de que su palabra sea la ley. Virgil Cole tiene un punto moralista, incluso fanático, del deber, mientras que lo que atrae a Hitch es una aspiración más vaga, rozando la mística. En la voz en off inicial Hitch confiesa que se ha lanzado a la aventura buscando "una expansión del alma".

¿Qué entiende Hitch por expandir el alma? Básicamente, observar a Virgil Cole, su Virgilio, por los desiertos azotados por el viento y los duelos al amanecer, al mediodía y al atardecer. La película comienza precisamente con un enfrentamiento a colt y rifle del calibre 8 protagonizado por el satánico cacique minero Randall Bragg (Jeremy Irons), que asesina sin inmutarse al marshall Jack Bell y a sus ayudantes. Precisamente para sustituirlos, en la localidad minera de Appaloosa, son contratados Cole y Hitch, que inmediatamente convencen a las fuerzas vivas del pueblo de que les entreguen un poder absoluto para imponer la legalidad. Para ello, les explica Hitch, "hacen falta muchas, muchísimas leyes". Su lema podría ser: Prohibido no prohibir.

Como Teseo y Pirítoo, como Aquiles y Patroclo, Virgil Cole y Everett Hitch se entienden con una mirada, un gesto. Desde los westerns de Howard Hawks no se había visto una amistad tan viril, recia y sofisticada a la vez. A Cole con frecuencia le faltan las palabras –intenta remediar su falta de vocabulario leyendo al místico y moralista Ralph Walson Emerson, ¿quizás un regalo de su amigo?)–, y busca a Hitch para que termine la frase que ha empezado. Su colega, camarada, compañero y, sin embargo, amigo siempre está al quite con la palabra justa.

Y como en la antigua Grecia, con naturalidad expresiva y pudor en la puesta en escena –el trabajo fotográfico de Dean Semler es de nota, tanto en los exteriores pictóricos como en los interiores llenos de matices–, los trabajos mitológicos de Virgil Cole y Everett Hitch se van sucediendo: de duelo en duelo, se enfrentan a pistoleros tan duros como ellos y con tanto sentido del deber profesional. O a una banda de apaches indómitos y peligrosos como serpientes de cascabel.

Harris jamás cae en la trampa de las angulaciones enfáticas. Confía en la sabiduría corporal y en los rostros cortados a navaja de todo el reparto. Cuando se preparan para el penúltimo duelo se toman un par de horas para descansar, lavar y planchar la ropa y, finalmente, vestirse con la ceremoniosa parsimonia de un torero. Y es que posiblemente estén vistiéndose para su propio entierro. Finalmente, heridos y arrastrándose ensangrentados por la arena, todavía bromearán: "Ha sido rápido", dirá Hitch; a lo que responderá impertérrito Cole: "Es que todos sabían disparar".

Ya tenemos todos los ingredientes para un western perfecto: amistad inmortal y duelos mortales, caciques y jueces, locomotoras y apaches. Falta sólo un elemento, alrededor del cual los personajes van a evolucionar un millón de años en el intervalo escaso de las semanas en que transcurre la acción: las mujeres, tan peligrosas para el espíritu como lo son las pistolas para el cuerpo. Virgil Cole sólo ha estado en toda su vida con fulanas e indias, por lo que en sentido estricto no considera que haya estado con ninguna. Everett Hitch rápidamente va a encontrar compañía femenina en los brazos de la prostituta local (Ariadna Gil). Es entonces cuando aparece, bajando del tren, Allison French, una sorprendentemente contenida Renée Zellweger, que con sus trajes de seda, sus educadas maneras y su agradable sonrisa de viuda pasada de rosca significará un presunto principio del fin para el rocoso Cole.

Si no fuera porque, como director, Ed Harris huye de los subrayados y por las ajustadas interpretaciones del reparto, la película habría revelado con más claridad una dimensión radicalmente feminista a fuer de femenina. Y es que mientras la prostituta de profesión es honesta, la señora que toca el piano y toma el té a las cinco se comporta como una auténtica fulana, de semental en semental, buscando la protección del macho alfa. Es entonces cuando French, que hasta el momento se ha mantenido en un segundo plano irónico, seduciendo a todo el que se le pone a tiro, sin respetar jerarquías ni amistades, hace una extraordinaria y patética declaración de supervivencia, de animal débil y asustado intentando sobrevivir entre depredadores.

Western sin complejos, sin resabios nostálgicos, crepusculares, cínicos, autoconscientes o artísticos, Appaloosa es una película mayúscula rodada con minúsculas, cuyo mensaje encontrarán cifrado en las dos canciones que canta –¡este hombre lo hace todo!– Harris mientras se deslizan los títulos de crédito finales: "You'll never leave my hearth" y "Ain't nothin' like a friend". Amén".

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