Pere Portabella, hoy en Cine Social Club
Hoy jueves, a las 20:00 y 22:00 horas, se proyecta "Vampir Cuadecuc", una de las películas más importantes del cine experimental, rodada en 1970 por el cineasta catalán Pere Portabella. Publicamos a continuación el artículo "El murciélago pende de un hilo", un texto de Magdalena Navarro publicado en Contrapicado.
"Parece increíble, pero es cierto. Dos películas tan dispares como El conde Drácula, de Jesús Franco, y Cuadecuc, vampir, de Pere Portabella tienen como base el mismo rodaje. ¿Cómo es posible que la actuación de Christopher Lee pudiera engendrar miradas tan diferentes, discursos tan alejados? Del mismo modo en que una madre puede concebir dos hijos con personalidades antitéticas, el rodaje de El conde Drácula, una producción setentera de la mítica Hammer con Jesús Franco a la batuta, dio pie a que el director catalán Pere Portabella, junto a su fiel Joan Brossa, idearan Cuadecuc, vampir, una película de naturaleza indefinible, que vampirizaría el rodaje de la película de Franco y acabaría desarrollando una personalidad absolutamente autónoma y experimental que devendría un ejercicio de reflexión sobre los mecanismos que han configurado tradicionalmente la identidad del cine de terror y fantástico. No es un making of de la película de Franco, ni muchísimo menos; se podría decir que aspira casi a ser un making of del cine de terror en sí mismo.Rodada en un contrastadísimo blanco y negro que parece desafiar la saturación de color propia de la Hammer, Cuadecuc, vampir no tarda en descolocar al espectador cuando, justo antes de que éste vea la llegada de Jonathan Harker (Fred Williams) al castillo del Conde Drácula (Christopher Lee), la cámara le muestra, en el mismo formato y el mismo silencio sepulcral, el brazo nada fantasmagórico de un asistente que, con una hiladora parecida a las de algodón de azúcar en la mano, está cubriendo de falsas telarañas la puerta del castillo. Y antes de este episodio, ya ha comprobado que la misteriosa bruma del bosque es obra de un técnico con una lata de humo soldada al extremo de un palo. Y ha visto coches. Y trenes que pasan a toda velocidad. Y entonces no puede más que preguntarse qué pretende Portabella al desnudar la tramoya de la película y exponer esos pequeños secretos cuya naturaleza mundana preferiríamos ignorar. ¿Qué gracia tiene desencantar al espectador mostrándole que la niebla es, en realidad, humo de lata? ¿Se trata de un intento de desvirtuar a toda costa la adaptación cinematográfica del relato de Bram Stoker? Pero Portabella no muestra la trampa y el cartón para reírse de él: lo incorpora de manera consciente a su película, como episodios fugaces que intercalan el hilo narrativo –la historia de Drácula- y lo complementan. Por eso está rodada de manera unitaria, sin hacer discriminaciones de formato: tanto las escenas “reales” del relato de Bram Stoker como las de “tramoya” tienen una notable tensión cinematográfica; respiran el mismo aliento bello y terrible del Vampyr de Carl Theodor Dreyer (1930-1931). A pesar de que Portabella muestre la lata de humo, la neblina sigue imponiendo respeto, y el aleteo del murciélago de goma que pende de un hilo junto a la ventana de Lucy Westenra (Soledad Miranda), crea anticipación. Nuestra percepción del terror no depende tanto de lo que vemos sino de cómo se nos presenta; y por ello Cuadecuc, vampir puede disfrutarse tanto como película de terror como reflexión sobre la misma.Pero la experimentación de Portabella no se limita a revelar los trucos de attrezo. A veces, da la impresión de que quiere ir directamente a las raíces del grito; a cómo se construye el estímulo del temor. Y eso también pasa por estudiar el uso del sonido. Cuadecuc, vampir es prácticamente una película “muda”, porque la única voz que se escucha es la de Christopher Lee recitando un fragmento de Drácula en la escena del final. El resto de la película transcurre en un silencio sólo interrumpido por golpes y chirridos. Pero esa cacofonía constituye, en algunos momentos, una banda sonora que cumple su objetivo e inquieta al espectador. Valga como ejemplo la escena en que Jonathan Harker aporrea desesperadamente la puerta de su habitación. Los golpes que oímos no son fruto de la colisión de sus puños contra la madera; son otros golpes, ajenos al personaje, que van in crescendo y generan un malestar que otros cineastas menos eficientes se empecinarían en conseguir a golpe de violín.Cuadecuc, vampir es, al final, una prueba de la elasticidad del cine, y en particular, del llamado cine de género, que admite hibridaciones con tanta poesía como ésta sin perder su idiosincrasia".
2 comentarios:
Ayer estuve viendo Vampyr y fue una pena ver el cine prácticamente vacío. La verdad es que la película mereció la pena. Está claro que la gente se mueve cada vez menos y deja pasar la oportunidad de conocer propuestas que se alejan algo de lo convencional.
31 de octubre de 2008, 4:54
Es una pena pero es la realidad. "Vampyr" es una película que se ha proyectado en los museos más importantes del mundo. Pero cada día es más difícil encontrar un público que reivindique con su presencia propuestas culturales diferente. Es una tarea difícil pero habrá que seguir insistiendo. La próxima semana se proyecta "Tiro en la cabeza" y el riesgo de encontrarnos con una sala casi vacia es evidente. Malos tiempos para las vanguardias.
31 de octubre de 2008, 5:20
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